Nuestro
planeta se enfrenta a una acelerada desaparición de sus ecosistemas y a la
irreversible pérdida de su valiosa biodiversidad. Por diversidad entendemos la
amplia variedad de seres vivos: plantas, animales y microorganismos que viven
sobre la Tierra y los ecosistemas en los que habitan. El ser humano, al igual
que el resto de los seres vivos, forma parte de este sistema y también depende
de él. Además, la diversidad biológica incluye las diferencias genéticas dentro
de cada especie y la variedad de ecosistemas.
La
pérdida de la diversidad biológica amenaza los suministros de alimentos, las
posibilidades de recreo y turismo y las fuentes de madera, medicamentos y
energía. Además, interfiere negativamente con las funciones ecológicas
esenciales. Las interacciones entre los diversos componentes de la diversidad
biológica es lo que permite que el planeta pueda estar habitado por todas las
especies, incluidos los seres humanos, ya que gracias a ella se
dan procesos tales como, la purificación del aire y del agua y la
destoxificación y descomposición de los desechos, la estabilización y
moderación del clima de la Tierra, la moderación de las inundaciones, sequías,
temperaturas extremas y fuerza del viento, la generación y renovación de la
fertilidad del suelo, incluido el ciclo de los nutrientes, la polinización de
las plantas, etc.
La
forma más visible de este daño ecológico es la extinción de
especies. Si bien la pérdida de especies llama nuestra atención, la
amenaza más grave a la diversidad biológica es la fragmentación, degradación y
la pérdida directa de los bosques, humedales, arrecifes de coral y otros
ecosistemas. Todas estas cuestiones son agudizadas por los cambios atmosféricos
y climáticos que ocurren de manera global y que afectan directamente a los
hábitats y a los seres que las habitan. Todo ello desestabiliza los ecosistemas
y debilita su capacidad para hacer frente a los mismos desastres naturales.
La
riqueza y la diversidad de la flora, la fauna y los ecosistemas, que son
fuentes de vida para el ser humano y las bases del desarrollo sostenible, se
encuentran en un grave peligro. La creciente desertificación a nivel global
conduce a la pérdida de la diversidad biológica. Últimamente han desaparecido
unas ochocientas especies y once mil están amenazadas. Es fácil comprender que
con esta pérdida incesante de recursos está en riesgo la seguridad alimentaria.
La pérdida de la diversidad biológica con frecuencia reduce la productividad de
los ecosistemas, y de esta manera disminuye la posibilidad de obtener diversos
bienes de la naturaleza, y de la que el ser humano constantemente se beneficia.

Cada
año desaparecen miles de millones de toneladas de tierra fértil. El proceso de
degradación de los suelos, su mal uso y utilización, los insostenibles modelos
de consumo y la sobreexplotación de los recursos naturales, junto a las guerras
y los desastres, son elementos que agravan la hambruna de más de mil millones
de personas.
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